Puede que la oración sea el ejercicio espiritual más difícil que llevamos a cabo. Es trabajo duro porque, primero que todo, es desinteresado. La oración verdadera tiene que ver con el reino de Dios: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en le cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:9-10) la verdadera oración también tiene que ver con el pueblo de Dios. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal” (Mt. 6:11-13). No encontramos un “yo” en la Oración de los discípulos.
Es trabajo duro orar a favor de Dios, de su voluntad y de su pueblo. Nos resulta más fácil orar cuando nos vemos metidos en problemas. Cuando estamos heridos, caemos enfermos, perdemos a un ser querido, somos pillados haciendo algo malo o estamos preocupados por causa de un hijo que se desvía del Señor, entonces notamos que orar para nosotros es más fácil.
Lee más aquí: http://www.gracia.org/recursos.aspx?p=a&article=408